sábado, 7 de febrero de 2015

Capítulo 5- Un elfo, una bella hada y otros mutos.

¡Hola tributos!

Al menos solo me he retrasado una semanita ¿No? Eso ya es un logro, y esta vez me retrasé por, como ya dije, tuve que ser niñera de un par de niños que no me dejaban tiempo ni para respirar.
Pero, como ya he dicho, en las próximas semanas tendrán el capítulo correspondiente más el que nos faltó publicar.
Por ahora dejaré el de ayer solamente, pero ya pronto iremos como deberíamos.
Besos, panes quemados ¡Y muchos muchos abrazos!
El disfraz de nuestro chico de la veta

Némesis

—Vamos, Némesis, levántate.
—¡No quiero, déjame! ¡No quiero verle!
Escuché un gruñido exasperado, antes de que Eros me cargase en sus brazos y me dejara caer en el intento de bañera, una gran cubeta de madera, llena de agua caliente, sin importarle lo más mínimo que aún llevaba mi querido pijama. Suspiré, antes de fulminarlo con la mirada.
—¡Está bien, está bien! —Grité, lanzándole agua, para que dejase en paz por tan solo unos momentos.
—Vuelvo en unos veinte minutos.
Y con esa única frase, se fue, dejándome tranquila. Suspiré, bañándome de mala gana. De acuerdo, ese día iba a ser especial para el distrito doce, era la primera vez que organizábamos una fiesta el día anterior a la cosecha, de hecho, la única vez que hacíamos una fiesta que no fuese en honor a algún vencedor. ¿Qué se suponía que festejábamos? El hecho de que aún teníamos oportunidad de pasar algo de tiempo, todos, antes del terror de los juegos. Sonreí con levedad por ese pensamiento, era algo triste, pero muy hermoso. Terminé de bañarme, suspirando porque, si bien aquella sería una bonita celebración, tendría que toparme con Gale y…Catnip, como él la llamaba.
—¿Némesis, puedo entrar? —Escuché decir a Eros cuando acababa de ponerme la ropa interior, suspiré, ya faltaba menos para la fiesta.
—Claro, pasa.
—Cierra los ojos. —dijo, sonriendo. — Te han mandado una sorpresa para la fiesta, y no la verás hasta estar allá.
Mi amigo me dedicó una sonrisa algo tímida, si bien no era la primera vez, tampoco me veía seguido en ropa interior. No tardé en hacer lo que me decía, poniéndome algo nerviosa cuando sentí que Eros rozaba mi piel y algo, que parecía seda, deslizarse por mis hombros, apegándose a mi cuerpo, hasta un poco más arriba de mis rodillas.
—¿Qué es esto?
Mi amigo no respondió, y yo solo pude percibir como acomodaba algo en mi espalda, y posteriormente rozaba el collar que me había dado Gale, nuevamente me entraron ganas de llorar por ese chico, pero Eros no me dio tiempo para lamentos, tironeó de mí, hasta llevarme fuera de la casa, aquello lo supuse por la cálida brisa que pude percibir, supuse que ya íbamos a la fiesta.

Observé con especial atención el lugar al que me había llevado mi amigo rubio, era la plaza del distrito, pero no lo parecía, en absoluto. 
Por todas partes había pequeños frascos, los que parecían tener estrellas en su interior. Sobre el suelo descansaba un sinnúmero de flores, de todos los colores que podría imaginar. Y lo mejor eran las personas, cada habitante del distrito, hasta los agentes de la paz, estaba disfrazado. Aquello era maravilloso, y mejoró cuando la gente comenzó a acercarse a mí, todos sonriendo y saludándome con amabilidad, pero, sobre todo, elogiando mi disfraz. ¿Disfraz?  Yo no llevaba disfraz. Un chico, al que no pude reconocer, ya que llevaba una máscara, como todos a excepción mía, me llevó hacia una tienda, donde me pude observar al espejo.
Llevaba un vestido en el que predominaban distintos tonos de verde, aunque también había lugar para un color tierra que recordaba vagamente al amarillo e incluso tenía algunos detalles blancos, no pude evitar recordar una hoja sobre la que han caído los primeros copos de nieve del invierno. En mi cabeza llevaba un tocado de flores, no me detuve mucho en ellas, solo noté que eran blancas, ya que mis ojos se toparon con un par de preciosas y delicadas alas que tenía a mi espalda.

Era un hada, yo era una hermosa hada, mis ojos se cristalizaron cuando recordé el collar y a ese chico moreno que había considerado mi amigo tanto tiempo, pero no me permití llorar, solamente fijé mi vista en el chico que me había llevado a observar mi disfraz, quien se había quitado la máscara.
Era Gale.
Me quedé observándolo, se veía mejor que nunca, llevaba un traje completamente negro, en su rostro pude ver algo que parecían… ¿Tatuajes? Y, extrañamente, sus orejas estaban algo puntiagudas, pero estaba guapísimo, aún más que todos los días, y, apenas podía creerlo, pero ¡Llevaba un arco!
—Obra del Capitolio, se supone que soy un elfo. —Dijo, como disculpándose, al notar mi examen visual. — Estás preciosa ¿Sabes?
—Obra de Eros. —Murmuré, no tenía ganas de hablar con él, aunque la curiosidad pudo conmigo por primera vez. — ¿Un elfo? ¿Qué es un elfo?
Gale sonrió con levedad, pasando uno de sus brazos por encima de mis hombros y guiándome hacia la multitud., entonces pude ver que solo había cuatro disfraces que se repetían, las mujeres y niñas llevaban trajes que las hacían parecer mitad leonas o mitad peces, y los hombres peludos con orejitas de perro o trajes que los hacían ver musculosos, pero horrendos y… ¿Con un solo ojo? Vaya que usaban buenas máscaras... Todos iban con esos modelos, salvo Gale y yo, de Eros no sabía nada, había desaparecido de mi visión.
—¿Qué son todos esos disfraces, Gale?
El moreno me estrechó contra sí, de forma cariñosa, antes de comenzar a hablar.
—Creo que ya te diste cuenta de que, exceptuándonos, solo hay cuatro tipos de disfraces. ¿No? —Yo asentí una vez, para que continuara con su explicación. — Todos somos criaturas mitológicas.
“Las chicas con cola de pez están disfrazadas de sirenas, eran criaturas hermosas que se encontraban mayormente en el mar, casi siempre sentadas sobre una roca y peinándose, mientras cantaban una canción. —Antes de continuar con su explicación, Gale bufó. — Se decía que podían hipnotizar a los hombres y llevarlos a su fin, todo con esa condenada cancioncita.
Las mitad gato son esfinges, se supone que eran inteligentes y los magos y las brujas las utilizaban para proteger valiosos escondites, eran peligrosas si amenazabas lo que sea que estuvieran cuidando, y al parecer les gustaba hacer acertijos, y si no adivinabas, te comían.
Luego están los chicos. Esos que tienen solo un ojo son cíclopes. Eran tercos, muy fuertes y tenían un pésimo carácter, algunos comían carne humana, y al parecer podían desintegrar cosas con ese ojo gigante. —Me dedicó una sonrisa. — Ojalá pudieran desintegrar a los agentes de la paz.
Los que se creen perros gigantes son hombres lobos, eran humanos que se volvían o una mezcla entre lobo y persona, o un lobo gigante con ojos brillantes, durante la luna llena. Antes de Panem les temían muchísimo, ya que decían que eran malvados.”
—Es decir, el distrito doce está lleno de mutos. —Murmuré, entonces Gale rió.
—Excepto nosotros, Némesis, yo soy un elfo. —Me dijo, sonriendo y trazando diseños con sus dedos sobre mi hombro. — Se decía que podían ser casi invisibles en un bosque, también sigilosos, así que podían perseguir enemigos…
—Te queda perfecto. —Le interrumpí, sonriendo antes de percatarme, entonces él me sonrió y pasó su pulgar por mi mejilla.
—Y tu disfraz es ideal para ti, un hada, eran del mismo mundo que los elfos, pero ellas eran hermosas criaturas con alas, que hacían todo de forma inocente, aunque podían ser malvadas en ciertas ocasiones, y que hacían felices a los hombres. Básicamente te estaban describiendo a ti, con este disfraz.
—Oh, calla, solo estás diciendo eso para que te perdone.
El moreno aumentó la fuerza de su agarre, antes de suspirar y agachar la cabeza.
—No funcionó.
—Por supuesto que no.
Y tas decir esas cuatro palabras, me solté del chico, me quité el collar que me había obsequiado de un tirón, se lo arrojé directo a la cara y eché a correr entre la multitud, ya no quería saber nada de él, desde ese día en el bosque me sentía traicionada. Él había echado a la basura nuestra amistad, había dejado de lado nuestro día por una niñita de trece años. ¿Y ahora creía que por decirme un par de cumplidos todo iba a ser como antes? Eso ni en un millón de años, Hawthorne. El pequeño lazo que habíamos formado durante seis años se había roto en unos minutos, y de forma irremediable. Algunas personas se quedaron observándome, entonces una chica rubia se acercó a mí e intentó calmarme, llevaba un sujetador de corales y sus piernas parecían más bien una cola. Una sirena. Pude escuchar la voz de Gale, pero era simplemente mi imaginación. Suspiré, mientras varias lágrimas se deslizaban ya por mis mejillas, y entonces volví a correr. Fuera de la plaza, fuera de la veta y fuera del distrito, poniendo la mayor distancia posible entre Gale y yo, así, huyendo del chico, llegué a nuestra casita del árbol, y entonces me rompí por segunda vez desde que perdí al chico de la veta.
Sabía que al día siguiente tendría que ir a la plaza del distrito, tendría que ver nuevamente a Gale Hawthorne, temer por que saliese elegido en la cosecha, pero en ese momento, solo quería llorar. Estaba rota, y no podía imaginar que algo peor me sucediese.



Aquí el famoso collar
Y el disfraz de Némesis 


1 comentario:

  1. Se me hace rarísimo una fiesta de disfraces en la veta pero en sí tiene su toque divertido, a Gale le queda mejor el papel de guerrero que de elfo pero eso no sería una criatura mitólogica, Némesis de hada está preciosa, creo que no debería de ser tan dura con Gale, el pobre no tiene la culpa de que ella no le agrade a Katniss y que yo sepa no planea abandonarla ni nada, pero en fin. u.u .Pobre Némesis, le ha dolido mucho lo ocurrido, aunque en sí es una exagerada. ¡Hasta pronto!

    ResponderEliminar