¡Hola tributos!
Bueno...creo que desde ahora le diremos adiós a esos capítulos alegres o divertidos, ahora ya se viene lo malo. El título del capítulo lo dice ¿No?
Sé que será confuso todo al principio, y pueden matarme, por cierto, pero todo se irá explicando a medida que avance la historia, lo prometo.
Y ahora los dejo que sino me quedaré todo el día viendo este gif,
Besos.
Gale
Era primera hora de la mañana, aún tenía unas cuantas horas
para salir a cazar, antes de la cosecha. Gruñí, sabía que tenía que aprovechar
el tiempo todo lo posible, ya que durante los juegos me era difícil ir de caza,
pero la cama no quería liberarme, punto. Cubrí mi cabeza con la almohada,
esperando la regañina de mi amiga pelinegra, pero esta no llegó, aquello era
extraño, bastante.
—¿Acaso me desperté antes que Némesis Snow?
Extrañamente, no recibí respuesta, a pesar de que hablé lo
suficientemente alto como para que la chica abriera los ojos y, conociéndola,
saltara desde mi cama hacia el piso, donde yo estaba…pero…yo no estaba en el
piso. Me senté sobre la cama, observando a mi alrededor, Rory y Vick estaban en
el umbral de la puerta, esperándome para desayunar.
—¿Dónde está Némesis? —Les pregunté, pero ellos se limitaron
a mirarme como a un bicho raro.
—Tú dijiste que había olvidado algo en su casa del árbol y
que volvió allí.
La respuesta del menor no hizo más que sorprenderme, tardé
varios minutos en recordar que era lo que había sucedido. Mi patético intento
de recuperar a mi mejor amiga, y ella corriendo para alejarse de mí. Estuve
unos momentos observando la pared, antes de caer en la cuenta de que debía ir a
buscarla, podría haberle sucedido algo malo. Salté de la cama, aún vestido con
el traje de anoche, y salí a toda prisa de casa, tenía que encontrar a Némesis,
debía encontrarla.
Pronto llegué a la alambrada, no me preocupé de comprobar si
estaba electrificada o no, simplemente pasé, arañándome el rostro con el
alambre, y seguí corriendo al único lugar donde ella podría haber ido. Nuestra
casa del árbol.
Tardé como un cuarto de hora en llegar, corriendo a todo lo
que me daban las piernas, para cuando estuve al pie del árbol, apenas podía
respirar, tanto por el esfuerzo físico como por el pánico, recordaba
perfectamente que ella se había ido desarmada, y nunca es bueno estar en el
bosque sin armas. Cuando caí en la cuenta de que yo iba precisamente de esa
forma, solo pude maldecirme internamente. No podía ser tan idiota. Bufé, antes
de comenzar a subir la pequeña escalera, rumbo a la casita, y esperaba, que en
dirección a mi amiga.
Agradecí al cielo cuando la vi, dormida en el suelo de la
casa, aquel momento me parecía familiar, recordé que había sucedido algo
parecido hace ya un tiempo, el mismo día en que ella comenzó a usar una coleta.
Di un respingo, sabía que sería una pésima idea despertarla, no me iba a
perdonar, no por segunda vez, la conocía al derecho y al revés. Me arrodillé
junto a Némesis, sintiendo algo frío y duro en el bolsillo de mi pantalón, era
el collar que le había regalado el día antes de que nuestra amistad se fuera
por la borda. Me planteé la posibilidad de volver a colocárselo, pero corría el
riesgo de que lo arrojara en algún lugar del bosque, y lo único que quedaba de
nuestra amistad en ese momento se perdería. Si alguien me hubiese preguntando,
no habría tardado en confesar que aquello me dolía, ella era una de las personas
más importantes en mi vida y no quería perderla. Por eso mismo, y con el temor
de que no me perdonase, me arriesgué a abrazarla, con fuerza, aún sabiendo que podría
despertarse. La chica se removió en mis brazos, y me miró por entre sus
pestañas, me quedé helado, esperando un golpe o una sarta de insultos, pero
solo tuve sus brazos rodeando mi cuello.
—Te quiero mucho, Gale.
Ese susurro bastó para acabar con el peso que llevaba desde
el domingo. La pelinegra estaba enfadada, sí, tenía que admitirlo, pero no
dejábamos de ser amigos. Suspiré, estrechándola con fuerza entre mis brazos, no
iba a perderla, pronto todo sería como siempre, lo sabía. La observé de nuevo,
pero ella había vuelto a dormirse, solo pude sonreír y contemplarla por unos
momentos, debía admitir que mi amiga era preciosa, mucho más que las otras
chicas del distrito, y era tan buena persona. Me era imposible comprender cómo
es que no tenía a nadie soñando con pasar sus días con ella. Negué con la
cabeza aunque nadie podía verme, ¿Yo había pensado en eso? Contuve una
carcajada porque; Uno: Parecería un loco riendo solo. Y Dos: No quería
despertar a Némesis.
Tras una media hora, aproximadamente, volví a dejar a mi
amiga sobre el piso, y bajé de la casita, con un cuchillo que encontré allí
arriba, y comencé a montar trampas, como siempre, tenía que darle de comer a mi
familia.
Había pasado toda la mañana esperando a que cayeran algunas
presas y, tras almorzar algo ligero, mis hermanos y mi madre me acompañaron a
la plaza del distrito, para mantener la pequeña esperanza de no salir elegido,
un año más sin juegos, era lo que suplicaba a la nada. Entonces apareció una
mujer del Capitolio en el escenario que habían montado días atrás, era la
acompañante de nuestro distrito. Puso el mismo vídeo de todos los años,
aburrido, explicando cómo se habían originado Los Juegos. Luego el alcalde dio
su discurso de siempre, y la acompañante, de la cual no recordaba el nombre,
anunció, con voz cantarina y desesperante que las damas iban primero. Mi
corazón comenzó a latir de forma descontrolada, un amigo de Némesis, Eros, me
había dicho que ella podría salir elegida. No pude plantearme que haría de ser
ese el caso, cuando el nombre resonó por toda la plaza, o, yo diría, por todo
el distrito.
—¡Némesis Snow!
Todo el mundo palideció, al parecer si sentían cierto
aprecio por mi amiga. Intenté localizarla con la mirada. ¿Estaba allí?
Suplicaba internamente porque se hubiese quedado en la casa del árbol, pero
entonces la vi, con su corona de flores y el vestido que había usado la noche
anterior, iba descalza, y sin las alas. Estaba subiendo al escenario. Un grito
se dejó oír en la plaza, y, cuando la chica fijó su vista en mí, me percaté de
que yo había gritado.
No. Mi amiga no podía ir.
No. Esa pesadilla del otro día no podía volverse verdad.
No. ¡Simplemente, no!
Nuestras miradas seguían unidas, noté las lágrimas correr
por mis mejillas, yo nunca había llorado, solo cuando murió mi padre…y ese día,
en que Némesis, la maravillosa y dulce Némesis, fue elegida tributo. Ella dio
un paso hacia el frente, estaba a punto de ir hacia donde yo me encontraba,
pero anunciaron al tributo masculino, yo no oí el nombre, solo vi como la chica
pelinegra corría a quitarle la papeleta a la mujer, observé a nuestro otro
representante, era su amigo, Eros, quien me había advertido que ella podía
salir elegida. Los ojos de mi querida amiga se fijaron en la papeleta, y
entonces volvieron a atravesarme, pero no pudo hacer más, ya que debió entrar
al edificio de la justicia.
Y yo corrí tras ella.
Mi madre me detuvo, y me dio tres hojas sueltas, con rápidos
garabatos sobre ellas, eran cartas, para Némesis.
—No queremos quitarles tiempo. —Me explicó la mujer que me
dio la vida. — Ahora ve con ella.
Y eso hice, no esperé a que los agentes de la paz me dejasen
pasar, entré a donde debía estar la chica, quien inmediatamente saltó, desde el
sofá hasta mis brazos. Yo seguía llorando, no podía perderla, no a ella,
tardamos varios segundos en separarnos, entonces ella me mostró una papeleta,
decía mi nombre.
—Tú eras el tributo, no Eros. —Me dijo, y noté que estaba
destrozada. — No sé a qué trato llegó, pero me alegra que esté en tu lugar, no
puedo dejar que tú pases por algo como los juegos.
Volví a abrazarla, estaba a punto de caerme a pedazos,
aquello era como perder a alguien de mi familia, no me preocupé por lo que
podría haberme sucedido, solo necesitaba sentir a mi amiga más cerca que nunca.
Aproveché el momento para volver a ponerle el collar, quería que ella llevase
algo que le recordase nuestra amistad, algo a lo que aferrarse en la arena.
—No te lo quites, nunca más, promételo.
—No lo haré, no me lo quitaría ni aunque estuviera loca. —Me
aseguró, sin soltarme.
—Y vuelve conmigo, promete que vas a volver conmigo.
Ella se separó, para mirarme a los ojos.
—Te juro que haré todo lo que pueda para volver, pero no
puedo matar a Eros.
Asentí, eso tenía sentido, tal vez, si él moría antes, la
pelinegra volvería conmigo. Un agente de la paz tocó la puerta, para
informarnos que nos quedaba un minuto, el tiempo se había ido volando, sabía
que nos habían dado más tiempo. Le entregué las cartas de mi familia.
—Léelas, son de Rory, Vick y mi madre. —Le dije, antes de
que el agente volviera y me indicase que debía irme. Entré en pánico, y sin
saber el motivo, aún sabiendo que era estúpido hacerlo, le di un beso en sus
perfectos labios, había visto a otras personas, sin ningún lazo romántico,
hacerlo antes, muchas veces amigos en condiciones similares a las nuestras, supuse
que debía hacerlo. — Eres mi mejor y más importante amiga, tienes que volver.
Y dicho aquello, me sacaron de allí, al mismo tiempo que se
la llevaban, junto a ese chico, Eros, directo a la estación de trenes, y,
seguramente, rumbo al fin de por lo menos uno de ellos dos.
Madre mía para el Capítulo, primeramente me encanta que se hayan reconciliado, odio verlos sufrir. Segundo la elección, arg, te odio, justo ahora que stán bien, que Gale advierte que la quiere va el Capitolio y le manda a morir. :( Y ese "tu eras el tributo" a que viene? ¡Quiero saber el trato de Eros! Esto es muy malo y triste, intuyo que Eros hizo el trato para poder traerla de vuelta, va a sacrificarse y la idea no me gusta nada. No quiero que ninguno de los tres muera, pero en fin, al menos Gale está fuera de peligro. Me ha encantado el beeeso *-*! Sigue en cuanto puedas!
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